Allí estaba ella,
tratando de equilibrar sus sentimientos
mientras hacia balance
de sus emociones alborotadas
galopando
hacia un abismo sin retorno.
Llevaba demasiado tiempo
caminando en la cuerda floja,
demasiado tiempo
tragando granos de arena,
incluso demasiado tiempo
con los sentimientos hechos nudos.
Sabía que su delgadez extrema
la delataria,
ya no pedía clemencia,
solo rugía a la vida,
rota el alma, roto el cuerpo,
nada era ya.
Cada noche,
besaba la muerte
como alma
viviendo en el infierno,
olvidó todo credo
mientras por dentro
sé rompía en dolor
tratando de poner distancia
a sus sentimientos.
El orgullo y la sin razón
no la dejaban ver
aquel vacío tan inmenso que sentía.
Se creía una roca,
pero hasta las rocas más grandes
caen por el precipicio
y terminan en mil fragmentos,
su estómago
ya no toleraba un grano más,
se había comido
una montaña entera
y ya
no era capaz de digerir
tanto grano acumulado.
Aquella mañana no lo vió venir,
por primera vez,
sintió el miedo en su cuerpo,
sufrió la angustia en soledad
al recibir
aquella punzada atravesar el corazón,
rota en hebras de dolor,
cayendo al suelo
como caen las hojas secas del Olmo .
¡Oh Dios!
Su corazón sé para y acelera
abrazando
el último silbido de las margaritas
al refugio de su alma.
(mis memorias)
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